Si hablamos de cuidar y nutrir nuestro cuerpo, el
agua es el nutriente más importante. Es esencial e imprescindible para nuestra
vida. Podemos sobrevivir semanas sin alimentos (si contamos con las reservas
adecuadas), pero no más de dos días sin beber agua a riesgo de dañar seriamente
nuestra salud.
El agua es el principal componente de nuestro
cuerpo, representando, en general, el 60% del peso corporal de una persona
adulta. Sudor, sangre, orina, lágrimas, saliva, heces, jugos digestivos… Todo
nuestro organismo, cada célula, tejido y órgano precisan agua para funcionar
correctamente. Tiene muchísimas funciones: desintoxica nuestro organismo,
transporta nutrientes a cada una de nuestras 60 trillones de células, activa el
metabolismo energético ayudando al descenso de peso, mejora el flujo de la
sangre, activa la flora bacteriana benéfica y las enzimas, combate el
estreñimiento y más.
No sólo es clave en verano, también lo es en
invierno, cuando el abuso de la calefacción y la falta del estímulo de la sed a
causa del frío nos lleva a deshidratarnos, resecando nuestras vías
respiratorias y nuestra piel.
·
¿Cómo saber cuándo estamos deshidratados?
Los síntomas de deshidratación incluyen escasa
orina, sed, sequedad en la boca, mareos, fatiga, somnolencia, dolor de cabeza,
confusión. La falta de agua incide directamente a la hora de sentirnos bien y
pensar con claridad y lucidez. El
agua aclara sobretodo nuestra mente y emociones, mejorando nuestro estado de
ánimo y nuestra capacidad reflexiva.
·
Mente sana en cuerpo sano
Somos una unidad: en nuestro organismo todo está perfectamente
conectado. La falta de descanso incide en nuestro estado de ánimo, una comida
muy abundante en nuestra capacidad de concentración y vitalidad. A la inversa,
una alimentación equilibrada y una correcta hidratación mejorarán sensiblemente
nuestras capacidades físicas, emocionales e intelectuales, aumentando nuestro rendimiento profesional.
Concientizarnos sobre la importancia de su consumo
es clave para contribuir con nuestros hábitos a mantener un equilibrio hídrico corporal, esto es,
un balance adecuado entre el agua que perdemos y el agua que incorporamos.
·
¿Cómo mantener este equilibrio?
Restringiendo el consumo de alimentos que, al
contrario de aportar, demandan agua para su metabolización (panificados,
galletas, embutidos, etc.) y de bebidas diuréticas (café, té, mate, alcohol),
y aumentando el consumo de agua, frutas y vegetales.
·
¿Qué podemos hacer para mantenernos hidratados
en el trabajo?
·
Comenzar el día bebiendo un vaso de agua en ayunas.
·
Dejar una botella -de vidrio preferentemente- en el escritorio de
trabajo y mantenerla recargada. Esto ayudará a beber agua por fuera de las
comidas, aumentando la lucidez y evitando el picoteo de alimentos.
·
Consumir alimentos que aporten agua, como frutas y vegetales.
·
Limitar el consumo de bebidas industriales a ocasiones especiales.